lunes, 3 de agosto de 2009

Cap. 11 - Refugio

Ú i vethed nâ i onnad
Si boe ú-dhanna.
estelio han, estelio veleth.

Teliach nad, estelio han.
(1)


Los dos últimos días se había dedicado a recorrer la zona de guerra de su reino, evadiendo astutamente a los enviados de los Goldenheart. No tenía ganas de pararse frente a un grupo de nobles con nula experiencia en guerras reales, para explicar su relación con el brujo ignita.

Se había detenido un par de minutos junto al transportador que permitía a los guerreros que se encontraran dentro del reino llegar rápidamente al castillo para defenderlo de posibles ataques. Llevaba medio día recorriendo la zona cerca de la puerta, atenta a cualquier movimiento enemigo. Sin embargo, ni alsirios ni ignitas se habían asomado en varias semanas desde la derrota de la tropa del ejército azul.

Se levantó, decidida a llegar al castillo por el camino largo. Tomó su lanza y su escudo y comenzó su caminara hacia el Este. A los pocos minutos pudo ver a una alta figura de caminar lento frente a ella. Sonrió al reconocer a Lobo, y notar en su caminar que los rumores que decían que Masterclan había continuado la celebración del Ehtele'mele por su cuenta eran correctos. Decidió seguirlo sin llamar la atención, por si llegase a necesitar algo de ayuda al encontrar a algún enemigo.

Casi llegando al inicio de la playa, logró ver a la distancia una figura caminando lentamente rumbo a la muralla. La verde túnica de la Muerte Alada lo señalaba como brujo, y su oscura piel su origen: Ignis. Sin embargo, su lento caminar, y un extraño bulto a su espalda indicaba que no estaba preparado para combatir.

El bárbaro frente a ella también lo vio, y tomando su martillo hizo brotar su sed de sangre y embistió hacia su enemigo. Sin embargo, el metálico sonido al chocar su arma contra un escudo le hizo notar que su golpe no había alcanzado a su objetivo.

Frente a él, la joven guerrera levantaba su defensa, protegiendo al sorprendido brujo. Cuando iba a reclamar a su amiga su acción, notó el bulto que el elfo llevaba en la espalda.

Una asustada niña de no más de 5 años, de puntiagudas y cortas orejas y piel levemente oscura.

Una semielfa ignita. Una niña prohibida.

- Sorpresa sorpresa – fue lo único que pudo decir, atontado por lo extraño de la situación (y por el alcohol que aún corría por sus venas).

- Alma, Enlil (2) – saludó Climene a su amigo - ¿Qué te trae por aquí?

- Alma, mellon nîn (3)– respondió el ignita – He venido buscando refugio.

La semielfa lo observó por unos segundos, para luego poner atención en su aturdido amigo bárbaro.

- Lobo, él es Enlil. Viene a pedir asilo en nuestro reino – el guerrero se queda mirando a la chica, como tratando de procesar la información. Luego de unos minutos, lo único que tiene claro es que debe dejar de beber cuando se encuentra en la zona de guerra. - Vayamos al muro – es lo único que dice, dando media vuelta y encaminando sus pasos hacia la puerta del reino.

La guerrera hace una seña a su amigo para que la siga, tratando de no alejarse demasiado del (mareado) semielfo. Observa a la pequeña en la espalda del ignita, quien trataba de ocultar su rostro entre sus brazos.

- ¿Es tu hija? - el elfo asiente.

- Nilil, ella es Climene, una amiga de tierras syrtenses, quien conoce el antiguo idioma – la niña la mira con sus ojos, y le regala una sonrisa – Su madre murió hace cinco años, en una batalla contra los alsirios en Menirah – la voz del brujo le recuerda aquella conversación en la playa del lago, hace ya exactamente cinco años...

- ¿Es por ella que has tomado esta decisión?

- Ignis es muy diferente a tu reino. Durante décadas, los elfos oscuros han mantenido la pureza de la raza con medidas extremas y estúpidas. Un semielfo no sólo es una deshonra, es una traición a lo que somos y a lo que aspiran las altas cúpulas. Lo único que le espera a mi hija en esas tierras es ser tratada como una paria, y eso si es que tiene suerte. No puedo permitir que la nobleza y la teocracia transformen la vida de mi pequeña en un infierno: prefiero traicionar a mi reino y buscar asilo en Syrtis, en donde no la discriminarán por ser una semielfa.

Climene había oído hablar de las restricciones existentes entre los elfos oscuros, para preservar la pureza de su raza, pero jamás pensó que podrían llevar a alguien a traicionar a su gente sólo para dar seguridad a sus hijos. Si bien la curiosidad que su amigo le generaba había sido en gran parte satisfecha de forma rápida, en lo único en que podía pensar era en la dura vida que debió llevar en estos años, criando a una niña rechazada por los suyos.

Llegaron a la gran puerta que protegía las tierras de su reino, y tras convencer a los guardias lograron entrar junto a brujo y su pequeña. Escoltados por varios syrtenses que los vieron llegar (desconfiados ante la presencia del ignita), dirigieron sus pasos hacia Fisgael, la capital de la república.

Aunque Lobo los dejó antes de iniciar su camino: algo sobre su clan y un cuarto en Raeraia fue lo poco que lograron entender entre el enredo de sus palabras. Enlil reía disimuladamente: de no llevar a su pequeña, se habría divertido un rato luchando contra aquel guerrero en aquel estado.

Caminando junto a su padre (y fuertemente aferrada a su mano) la pequeña observaba todo con emoción: los altos árboles del bosque de Myil y el brillante verde de las praderas de la Frontera Norte eran un espectáculo sin comparación para aquellos inocentes ojos. En lo alto de una meseta un enorme escarabajo observaba al grupo cruzar la unión de los tres caminos; asustada por los cíclopes que rodeaban las Colinas Esmeraldas, tomó la mano de la guerrera y tironeo hasta acercarla más a ella, protegiéndose entre los dos adultos.

Sus compatriotas, que caminaban detrás de ellos, no miraron con buenos ojos esta acción. Los tres, de la mano, caminando tranquilamente, era una imagen demasiado familiar (4) para un par de ignitas y una syrtense.


Al llegar a Fisgael, vieron a Larissa y su hija esperándolos junto a los guardias de la entrada Este; ignorando la desaprobatoria mirada que le diera la general, Climene llevó a Enlil y su hija frente al consejo. Sabía que en la ciudad no había nadie que conociera el antiguo idioma, lo que la convertía en la única intérprete capaz de traducir las palabras de Enlil, por lo que era casi imposible que la altiva Goldenheart pudiese tener el gusto de interrogarla a solas mientras el consejo y la nobleza de Syrtis la necesitara para hablar con el elfo oscuro.

Y bajo las curiosas miradas de los habitantes de la ciudad, los tres entraron en el edificio central. Solos.





(1)Evenstar, de la película The Lord of the Rings
Este no es el fin, sino el comienzo.
Ahora es necesario no caer.
Confía en esto, confía en el amor.
Tú significas algo, confía en esto.

(2) Salud, Enlil
(3) Salud, Amiga mía
(4) Este familiar no va en el sentido de conocido, sino de Familia.

1 comentario:

M dijo...

hola...

Me gustaría que me dijieras si juegas rol de tablero.