Arie liruvan falmassë
mirima imbe i maiwi.
Ar hiruvarnye ómalye lauka,
ar hyruvanye henulya melinor (1)
Con sólo cruzar la puerta se encontró con decenas de enemigos atacando a los guardias y a los pocos aliados que ya habían salido a luchar. Sujetando con fuerza la corta espada que usaba como apoyo, y concentrando toda su energía en su escudo para bloquear la mayor cantidad de ataque, se abalanzó contra un grupo de magos agrupados cerca del transportador a Eferias.
Con un hábil movimiento de su espada y la magia de guerra practicada durante mucho tiempo, formo un poderoso tifón que noqueó a la mayor parte del grupo que atacaba. Dos guerreros más junto a ella aprovecharon para rematar a un par de brujos, mientras la semielfa se lanzaba contra una conjuradora que había logrado evadir el efecto del golpe y huía del lugar.
Pero antes de poder alcanzarla, unas fuertes hiedras crecieron inesperadamente a sus pies, deteniendo su marcha; un fuerte golpe en su espalda la arrojó al suelo, y lo último que vio fue un martillo de dragón sobre su cabeza.
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Aunque cruzó la puerta apenas 5 segundos después que la guerrera, la oleada de alsirios le impidió encontrarla entre los pocos aliados que rodeaban a los guardias. Elevando su concentración al máximo, logró clavar una de sus flechas entre los ojos de una bruja antes de correr hacia los árboles más cercanos. Buscando una posición que le asegurara un rango óptimo de ataque, alcanzó a ver una figura pequeña en el suelo a sólo unos metros de donde se encontraba, siendo brutalmente atacada por un guerrero uthgar.
Reconociendo a su querida amiga en la joven atacada, tomó una flecha de su carcaj y la imbuyó en antigua magia para que mordiera como venenosa serpiente; retrocediendo para mantener el blanco, lanzó letales saetas al bárbaro hasta verlo caer muy cerca de él.
Corrió junto a su amiga y, agachándose junto a ella, buscó desesperadamente a su alrededor, hasta lograr ver a Anyelis y Ananké cerca de muralla. A gritos logró llamar su atención, en el preciso momento en que un grupo de enemigos se dirigía hacia él. Protegido por la magia y el demonio de su tutora, comenzó a atacar y mantener a distancia a los alsirios, mientras la joven conjuradora intentaba reanimar a su hermana.
De forma sorpresiva, el Zarkit de un joven conjurador enemigo corrió a su lado y comenzó a atacar a quien originalmente lo invocara; un par de relámpagos y rocas cayendo del cielo llamaron su atención hacia el brujo ignita que llegaba junto a ellos. Antes de poder preguntar cómo había conseguido un báculo y logrado salir del reino, Enlil tomó en brazos a su amiga y ordenó la retirada del grupo.
Sin discutirle, lanzó un par de flechas para distraer a sus enemigos y corrió junto a las conjuradoras hacia el lado seguro del muro.
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Llevaba ya varias horas sentado observándola. Los golpes del bárbaro habían provocado numerosas heridas internas en la semielfa que su hermana y Anyelis tardaron en curar. Para asegurar su recuperación, le indujeron un sueño mágico para permitir a su cuerpo descansar y recuperar fuerzas.
Luego que las magas y Belnazzar iban a las habitaciones que habían alquilado en la posada de la ciudad, Enlil se quedó junto a la guerrera, velando su mágico sueño. Tonos violáceos marcaban las zonas del rostro y cuello (no protegidos por la armadura) que habían recibido parte de la brutal paliza y que oprimían el corazón del mago.
Acercó una mano al rostro de la semielfa y acarició su mejilla, provocando un estremecimiento en la joven; estrechó la mano de la guerrera y la acercó a su rostro, para besar suavemente sus dedos. Inconcientemente, Climene se había convertido en algo más que una amiga para el brujo ignita, y aunque ella no correspondiera sus sentimientos, y aunque tuviera que desafiar a todo el reino verde, haría lo que fuera necesario para que la joven jamás volviera a estar en una situación similar.
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Un fuerte dolor en el abdomen fue lo primero que llamó su atención al despertar. Quiso llevar su mano al lugar adolorido, pero una presión sobre ella le indicó que algo la sujetaba. Al abrir los ojos, encontró Enlil dormido en una silla junto a su cama, y sujetando fuertemente su mano.
Se sonrojó, y el dolor en su abdomen pasó a un extraño cosquilleo en el estómago. En ese mes había descubierto que el mago ignita le gustaba, más de lo que cualquier otro hombre le había gustado antes. Serio y correcto, pero con un oculto humor que surgía estando a solas con su pequeño grupo; completamente preocupado por su hija, era capaz demostrar la misma preocupación por las personas que aprendía a apreciar y querer en este reino; amable, educado, fiel a sus creencias... el brujo se había ganado el corazón de la semielfa en los pocos días que llevaban juntos en Syrtis.
Aguantando el dolor al moverse, se acercó a la orilla de la cama y acercó la mano que retenía la suya a su pecho. Acariciándola, se acurrucó, y dejó que su cuerpo retomara el descanso que necesitaba.
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La noticia de la escapada de Enlil a ZG durante al asedio alsirio llegó rápidamente a oídos del consejo. Aunque la violación a la prohibición de usar su magia no era del agrado de los nobles, su actuar durante el combate, y el arriesgarse para salvar a una de las guerreras del reino era un hecho que ya era comentado (y alabado) por muchos, y que los llevaron a dar algo más de libertad al brujo ignita.
A una semana del combate se encontraban de regreso en Dohsim. Mientras Enlil era asediado por niños y jóvenes del pueblo, que ahora veían en él no sólo la posibilidad de aprender sus primeros pasos en la magia, sino también la oportunidad de practicar y aprender algunos secretos ignitas. Abrumado por tanta atención, el elfo no tuvo más remedio que prometerles algunas lecciones a la semana a los más jóvenes aprendices de la aldea.
Climene observaba desde el balcón de su pieza. Comenzaba a caer la tarde, y el sol teñía de rojo el cielo sobre el mar, que brillaba reflejando los tonos carmesí de su contraparte.
Durante esa semana, antes de regresar al pueblo, Enlil no se había separado en ningún momento de ella. Cada vez que rozaba su mano aquel cosquilleo en su estómago regresaba; cuando la ayudaba a levantarse o a sentarse, acercando su cuerpo al suyo, debía luchar para no sonrojarse. No sabía exactamente qué sentía el mago, pero cada gesto que tenía hacia ella le hacía pensar que quizás, sólo quizás, era correspondida.
Observó el sol ocultarse en el mar mientras dejaba escapar un suspiro...
- ¿Por quién suspiras? - aquel suave susurro en su oído la asustó. Volteó rápidamente, encontrando al dueño de sus pensamientos muy cerca de ella.
Y su rostro tomó un rojo más brillante que el de la bandera ignita.
- ¿Suspiras por mí? - preguntó en voz baja, acercándose más a la joven. Ella no respondió, aunque la expresión de su rostro lo decía todo. Tomó su cintura y acercó su rostro al de la semielfa - ¿Suspiras por mí, pequeña? - acercó sus labios a los de la joven.
- Sí, suspiro por ti – susurró Climene, antes de ser besada por el brujo. Llevó sus manos al cuello del mago, quien profundizó el beso mientras llevaba sus manos a la espalda de la joven.
(1)Adaptación de Heunya Hautar Luine Nénnssen
Un día cantaré en la playa
libre entre las gaviotas.
Y encontraré tu voz cálida
y encontraré tus ojos amantes
domingo, 16 de agosto de 2009
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