Naur vi eryn,
lanc i dalaf.
Mâb le i nagor.
Dorthach vi mar han?
Dagrathach go hain? (1)
Llevaban casi un mes desde la llegada del brujo, y de la aceptación del consejo de darle asilo en tierras syrtenses. Durante ese tiempo Climene no había salido nuevamente a ZG, quedándose junto a su madre y su hermana en su casa en Dohsim, en donde alojaban Enlil y su pequeña.
La llegada del ignita por alguna razón no había sido bien recibida por algunas personas de su clan. Aún cuando conocían la amistad de la guerrera con el mago desde su primer encuentro, muchos no aprobaban su nueva cercanía con la joven y su presencia en el reino. Llego el momento en que la semielfa debió tomar una decisión, y ante la salida de su joven amigo Belnazzar del clan por algunas diferencias, se retiró del grupo junto a su hermana.
Y ahí estaban, compartiendo un momento familiar en la playa de Dohsim: Climene y Ananké jugando con la pequeña Nilil junto al agua, mientras Enlil conversaba con Amarië, la madre de las jóvenes; junto a ellos, Belnazzar (ya casi oficialmente adoptado en aquella familia) tomaba una siesta acompañado de la enigmática maga que solía acompañarlo y cuidarlo desde hacía un tiempo.
En aquel mes Enlil había logrado dominar casi completamente la lengua del reino verde (tarea que le era más complicada a su pequeña hija), y aunque extrañaba el poder practicar la antigua magia a la que estaba atado (ya que una de las condiciones para permitir su estadía, era una temporada de prueba sin poder hacer uso de ningún hechizo), había aprovechado el tiempo estudiando algunos antiguos textos que había sacado de su reino, y comparándolos con los que Ananké le había conseguido.
Estudiaba la forma en que los antiguos exiliados habían oscurecido su piel. Como una protección ante el ardiente sol de Ignis (además de diferenciarlos de quienes los habían expulsado de aquellas verdes tierras), la oscura piel de los elfos nigromantes era parte ya de su orgullo, y los hechizos que permitieron el cambio prácticamente se habían perdido en el tiempo. Pero Enlil deseaba encontrar una forma de revertir el proceso, para dar a su hija la oportunidad de crecer como una semielfa más del reino de Syrtis.
- Enlil – la joven guerrera se acerca al mago llevando a la pequeña de la mano.
- Dime, Wilwarin (2) – el sonrojo de la semielfa al ser llamada así es casi imperceptible. Enlil sólo sonríe al ver la reacción de la chica.
- Iremos a Raeraia a buscar la nueva túnica que Ananké encargó a Tyria, y pensé que quizás quieras acompañarnos. Tengo entendido que Dardel tiene algunos textos sobre el exilio de los nigromantes, y es probable que encuentres algo que te pueda servir.
El mago se toma un par de segundos antes de aceptar. Aunque sabe que Nilil se encuentra segura dentro de las murallas del reino, los años de preocupación pasados en Ignis son difíciles de olvidar. Finalmente, luego de acompañar a Amarië y a la niña a la antigua casona en que vivían, el grupo (al que se ha unido un aún adormilado tirador y una silenciosa maga) parte rumbo a la ciudad.
Les toma casi medio día llegar a Raeraia, en donde se separan. El brujo junto a la maga buscan a la encantadora de la ciudad, para intentar averiguar sobre los textos que posee. Belnazzar y Climene buscan al herrero, con la esperanza de encontrar alguna pieza nueva para sus armaduras. Ananké se detiene junto a la sastre de la ciudad, y luego de probarse su nueva túnica acepta la invitación de la otra joven de quedarse a beber algo para conversar.
Media hora de tranquilidad en la Frontera Norte que no dura demasiado.
- ¡Alsirios, alsirios en muralla! - se escucha el grito de un joven cerca de la puerta norte de la ciudad. Rápidamente los pocos guerreros que se encuentran en el lugar se acercan al bárbaro.
- ¿Cuantos enemigos y en que sector se encuentran? - Le pregunta Jerome sin siquiera permitirle tomar un respiro.
- Más de 400 alsirios se acercan a la puerta del reino desde los montes camino a Algaros. Al menos son los que pudo rastrear el caza con el que estaba. Se quedó en la zona para ver si lograba determinar el número exacto mientras yo venía con la noticia.
- ¡Todos los guerreros en la ciudad prepárense para combatir en muralla! Lleven a los niños a los refugios y cubran... - Fatha comenzó rápidamente a dar órdenes y dirigir el movimiento de la ciudad. Climene, Belnazzar y Ananké partieron junto a las tropas que marcharon a la puerta. Anyelis se quedó atrás.
- Sabes que no te dejarán ir – le dijo al brujo, al ver la expresión de su rostro.
- Lo sé y no me gusta. Vine a esta tierra en busca de asilo, y estoy dispuesto a luchar para asegurar una buena vida de mi hija. Pero me atan de manos cuando podría ir a ayudarle.
- Lo siento – fue lo único que respondió la maga antes de partir tras los últimos guerreros que salían de la ciudad.
Pocos minutos después el ruido de la batalla podía oírse desde la ciudad. De pie en la entrada, cerca de los guardias, Enlil recordaba la historia que Amarië le contará poco después de llegar: la vida de las chicas en Raeraia, cuando recién se conocieron, el primer asedio alsirio al reino, la ciudad arrasada y el padre de las jóvenes muerto en las afueras de Raeraia...
Cuando los primero heridos comenzaron a llegar, el brujo tomó una decisión: corrió al hogar de Dardel y aprovechó su ausencia para tomar el primer báculo de buen poder que encontró, y se dirigió a las murallas que protegían al reino del conflicto. Al llegar al lugar encontró una escena dantesca: los pocos guerreros que se encontraban en la ciudad eran masacrados por una horda alsiria que arrasaba con todo lo que se encontrara a su paso, deseosos de llegar a la enorme puerta y derribarla a golpes bestiales.
Ennoah, la joven encargada de controlar la magia que permitía a los syrtenses atravesar la muralla a salvo, se mantenía acurrucada y temerosa en un rincón protegida por dos de los guardias y un brujo aliado. Aunque se encontraba aterrada, no estaba dispuesta a cruzar la muralla y abandonar a sus compatriotas sin una opción de regresar a la seguridad del reino.
Invocó el antiguo terror y arrojó al suelo a gran cantidad de enemigos que se acercaban hacia la puerta, quienes fueron rápidamente rematados por los guardias y los pocos guerreros que se mantenían en la zona. Con un par de relámpagos y unas cuantas rocas ígneas se abrió camino hacia el teletransportador que llevaba al castillo.
Y junto a un árbol, la pequeña guerrera se encontraba inconciente, siendo protegida únicamente por un joven tirador, una conjuradora y su demonio, mientras era atendida por su muy asustada hermana.
Con una furia que en el momento no pudo entender, y apenas dándose el tiempo de levantar las protecciones mágicas mínimas que cualquier mago conoce, se lanzó contra los enemigos que asediaban al pequeño grupo: robando la invocación de un uthgar la dejó como apoyo para el arquero, mientras comenzaba a utilizar todo su arsenal de hechizos y maldiciones para alejar y acabar con cuanto alsirio se les acercara. Dándose un segundo para pensar, y dándose cuenta de que lo único sensato era salir del lugar lo más rápido posible, invocó nuevamente aquel viejo truco que lanzó al suelo a sus enemigos alsirio; tomando a la inconciente semielfa en brazos, le ordenó al resto seguirlo rumbo a la puerta.
Cuando la magia de la joven transportadora los llevaba hacia el interior, lograron ver a lo lejos las tropas que llegaban desde los fuertes y el castillo para defender al reino. Detrás del muro, centenares de guerreros syrtenses se preparaban para salir en una oleada que sorprendiera a sus enemigos.
Pero nada de eso importaba. El brujo ignita sólo tenía en mente llegar lo más rápido posible a la ciudad, aferrando fuertemente el cuerpo de la guerrera entre sus brazos.
(1)Entmoot, de la película The Lord of the Rings
Los bosques están ardiendo,
el suelo yace desnudo.
La guerra está sobre ti,
¿Eres parte de este mundo?
¿Te unirás a su lucha?
(2) Mariposa
sábado, 15 de agosto de 2009
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