Una de las primeras cosas que vino a su mente, sentada en esa muerta tierra, fue el funeral de su madre.
Con sólo 5 años acompañó a su padre hasta aquel antiguo mausoleo familiar, cavado en los montes que rodean el valle de Arvanna para dejar el cuerpo de quien se dedicara en cuerpo y alma a amarla y cuidarla desde su nacimiento. Pero la fragilidad de los alturian se dejó ver cuando aquella plaga que azotó los tres reinos se llevara muchas vidas humanas, incluida la de su madre.
Pocas cosas importantes pasaron después de eso, hasta que casi dos años después su padre llegara con una joven elfa, a quién pasaría a llamar madre, junto a una niña elfa de no más de 4 años.
Aunque le tomó mucho tiempo tratar a la mujer como su madre, no tuvo mayores problemas para considerar a la niña como su hermana. Desde el primer día le enseño los muchos escondites de la antigua casona, como evadir a la vieja cocinera para salir a escondidas por la puerta trasera para ir donde Bransen y convencerlo de dejarlas montar uno de sus Valkins, o llegar junto a Elvi para que les contara las aventuras fuera de la muralla del reino.
La simple vida de un niño, hasta aquel terrible día.
La mañana había comenzado de forma normal, esquivando a la cocinera para sacar unos dulces que mantenía escondidos, para salir rumbo a la caballeriza con su hermana firmemente agarrada a su mano. Pero no alcanzaron a llegar a la salida de la ciudad cuando un llamado se oye a lo lejos, desde la gran muralla.
- ¡Tropas alsirias en muralla, están rompiendo la puerta! - se escucha un grito cerca de la ciudad, y el caos comienza.
Entre gritos la gente comenzó a correr buscando refugio, mientras los guerreros apostados en la ciudad tomaban sus armas y corrían hacia la frontera. Sin poder enfrentar a la marea de gente las niñas se quedan de pie junto a un muro, intentando no ser empujadas por los que corren a su alrededor. Y de pronto, por un segundo la mayor tiene el impulso de correr fuera la de ciudad, al ver a su padre salir con su arco rumbo a la zona de batalla, pero una suave aunque fuerte mano toma la suya y la arrastra de regreso a su hogar.
Su (nueva) madre la lleva hasta la casa de uno de los armeros, quien mantiene abierta una pequeña trampilla en el piso. Al menos 8 niños más se encontraban escondidos ya en el reducido espacio cuando las pequeñas entran, para luego ver la puerta cerrada y sentir un objeto pesado siendo arrastrado sobre ella.
En ese oscuro escondite, abrazados entre ellos los niños escuchan el sonido de las armas, los gritos de la gente y el aullido triunfal de los enemigos. Cubre con su cuerpo el de su hermana y con sus manos intenta tapar las largas orejas, en un vano intento de protegerla del horror que les llega. Y eleva una plegaria a los señores de la naturaleza (1), prometiendo dedicar su vida a la protección de su gente, si les permite salir con bien de este encuentro.
Lo siguiente que recuerda, recostada en esa tierra muerta, mientras observa las estrellas, es el funeral de su padre.
Con sólo 7 años volvía a aquel seco y muerto paraje, llevando a su hermana de la mano, para dejar el cuerpo de su padre en aquella antigua cripta. Un hacha alsiria había arrebatado de sus vidas al hombre que le había enseñado el nombre de las estrellas, la importancia de los bosques y la belleza del mar en calma bajo una luna llena.
- Llevas el nombre de las olas, Climene (2). Naciste en una noche de olas bajo brillantes estrellas, por eso tu madre te dio un nombre destinado a la fama.
Ahora estaban solas. Su nueva madre, su hermana y ella. Ya no en Raeraia, sino en Dohsim seguirían sus vidas. Junto al mar.
(1) Sacando mi vena ringer. En vez de dioses en este relato los Syrtenses creen en los Señores de la Naturaleza, cuyo origen son los 14 Valar del Silmarillion de Tolkien.
(2) Climene (del griego antiguo fama), era el nombre de dos oceánides, hijas de Océano y Tetis.
viernes, 12 de junio de 2009
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