sábado, 13 de junio de 2009

Cap. 8 – La Esperanza del Elfo

¿Dónde estás, esperanza del elfo,
Syrtis la bella, flor de amanecer?
Escondida del miedo y la sombra,
aquel que te nombra comienza a creer.
¿Dónde estás, fortaleza rotunda,
lágrima iracunda de mi despertar?
Mientras siga tu llama encendida
la fuerza y la vida no se han de apagar.
(1)


Hacía ya muchas décadas que, tras la lucha contra los ígneos, los ahora elfos oscuros fuesen exiliados de las verdes tierras de Syrtis. Si bien aún mantenían el deseo de recuperar la tierra que añoraban, los combates entre el reino escarlata y el esmeralda no eran muy frecuentes. De hecho, durante años lograron varios momentos de tregua para unir fuerzas contra las tropas alsirias, ansiosas de ampliar si imperio tomando las tierras que ambos reinos habitaban,

Durante dichas treguas, Narmo (2) había aprendido mucho de la nueva lengua nacida entre los habitantes del reino de Ignis, lo que le era de mucha utilidad estando prisionero en Meleketi. Hacía ya un par de semanas que con su grupo fueron capturados y llevados a esa apartada zona portuaria del reino rojo.

Tomó entre sus manos el medallón que colgaba de su cuello, grabado con el viejo emblema familiar, intentando evocar con su tacto aquello que había dejado atrás: su hogar en Raeraia, su adorada mujer, y la pequeña niña de sus ojos.

Mira niñita
te voy a llevar
a ver la luna
brillando en el mar
mira hacia el cielo
y olvida ese lánguido temor
que fue permanente emoción
(3)

Comenzó a cantar aquel arrullo creado por su esposa para su pequeña, tratando de imaginar que se encontraba con ellas, descansando en la playa cercana a la ciudad, en vez de en esa oscura prisión.

- ¿De qué es esa canción? - una ligera voz lo sacó de sus pensamientos. Cerca de la celda, medio oculto por unos viejos barriles guardados en un rincón, pudo ver al hijo del capitán de guardia de las mazmorras. No tendría más de 6 o 7 años, y lo observaba con seria curiosidad.

- Es hogar, y amor – respondió acariciando el medallón. El pequeño lo observaba sin moverse de su escondite - ¿Qué haces en este sitio? No es el lugar para un niño.

- Da igual. Aún no tengo edad para iniciar el entrenamiento básico en las artes mágicas, y me aburro. Y mi padre jamás nota mi presencia cuando estoy cerca, por lo que no tengo problemas en entrar a este lugar – respondió como si no le importase mientras sacaba un libro y se acomodaba para leer. Pero a las pocas páginas regresó su atención al elfo prisionero.

- ¿Qué es hogar para usted? - preguntó con genuina curiosidad. El syrtense se le quedó mirando unos segundos antes de responder.

- Es el abrazo de la mujer que amo, la risa de mi hija... es la tranquilidad de una tarde en su compañía, y la esperanza de volver a verlas, cueste lo que cueste.

El pequeño elfo lo observó durante unos minutos, para luego regresar su atención al libro, con un gesto de confusión en el rostro.

Durante los siguientes días, junto a sus compañeros comenzó a planear distintas formas de escape de aquellas celdas, de la ciudad y del reino. Al final, decidieron que lo más adecuado era intentar llegar al puerto y tomar una embarcación, y partir rumbo a sus tierras. El problema sería poder salir de aquella prisión y llegar hasta la playa.

Cuando ya creían que no tendrían oportunidad de salir de aquel calabozo una mañana, mientras los guardias distribuían alimentos entre los prisioneros, una fuerte explosión se escuchó desde uno de los extremos de la ciudad. Los gritos de la gente hicieron salir a los guardias para ver lo sucedido, descuidando las celdas... una de las cuales habían dejado abierta.

Una vez que todo el grupo fuera liberado se asomaron con cuidado hacia el exterior del recinto: a la distancia, en la zona cercana a las casas del alquimista y el entrenador de caballeros del pueblo, enormes llamas devoraban las construcciones, y toda persona que podían ver se dirigía hacia dicho lugar para ayudar a controlar el incendio.

Aprovechando la confusión y protegidos por el denso humo que ya cubría aquel poblado, llegaron hasta uno de los muros, escalándolo para caer cerca de la playa, en donde veían un par de embarcaciones cerca del muelle (4). Corrieron hacia el lugar, y eligieron una pequeña goleta anclada más lejos que las demás.

En el momento en que subía al barco, un ruido detrás de el llamó su atención. Al voltear pudo ver al pequeño elfo oscuro de pie observándolo a sólo unos metros de distancia.

- ¿Qué siente un niño que es amado por sus padres? - la pregunta, más que la situación, fue lo que lo sorprendió. Al observar con cuidado al niño, pudo darse cuenta de que su curiosidad era sincera. Verlo ahí, sólo ante un grupo de enemigos, preguntado algo así hizo que su corazón se encogiera.

Se acercó al pequeño, y arrodillándose frente a él, le entregó un viejo anillo, reliquia familiar que siempre llevaba consigo. Luego le regaló una sonrisa, mientras acariciaba su cabeza.

- ¿Cómo te llamas?

- Enlil – le respondió el niño.

- Enlil. Algún día, en unos años más, conocerás a alguien que te amará como nadie en el mundo. Y tendrás un hijo. Él te dará la respuesta – besó la frente del pequeño y se levantó, para subir finalmente a la embarcación.

Durante horas el niño se quedó de pie en el muelle, observando el mar, luego de la partida de la goleta. Al anochecer, con el pueblo ya en calma, volvió a su hogar, con el anillo escondido entre sus ropas.

- x - x -

Llevaban casi una semana navegando, y las pocas provisiones que encontraron en el navío estaban ya por acabar. La mayor parte del grupo creía que habían perdido el rumbo, y que no lograrían encontrar la ruta al reino esmeralda.

De pie en la proa Narmo mantenía la vista fija en las oscuras aguas que los rodeaban. Había encomendado su travesía a Ulmo (5), y confiaba en poder ver en cualquier momento las grandes murallas que protegía su amada tierra, o los montes que rodeaban el antiguo castillo en la península.

Guiado por la posición del sol se aseguraba de que mantuviesen dirección sur, y alzaba la voz con frases de esperanza para sus compañeros. No se dejaría caer: en algún lugar, por esa ruta, se encontraba su reino, su vida y su hogar.





(1) Nuevamente cancioncilla loca. Ya se viene completa.
(2) Lobo
(3) Mira niñita, de Los Jaivas
(4) NO conozco Ignis ni Meleketi, lo escrito aquí es sólo en base a conjeturas, viendo un mapa del poblado en regnumzg y un mapa de Regnum.
(5) Valar, Señor de las Aguas

NO me gusta este capítulo :(. Tenía la idea muy clara, pero fue un parto escribirlo, y no quedó como esperaba. Pero por más que intento ya no se me ocurre nada para cambiarlo :(.

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