Ilu Ilúvatar en káre eldain a fírimoin
ar antaróta mannar Valion: númessier.
En kárielto eldain Isil, hildin Úr-anar.
Toi írimar. Ilyain antalto annar lestanen
Ilúvatáren. Ilu vanya, fanya, eari,
i-mar, ar ilqa ímen. Írima ye Syrtis.(1)
Con suave voz cantaba aquellas viejas rimas que su madre le había enseñado, años atrás, mientras observaba el movimiento del Sol entre los árboles. Llevaba casi un mes en la lejana Isla de Iniciación, para cumplir con el primer entrenamiento como guerrera, y aunque ya había sido autorizada por Fardog para viajar a la ciudad y decidir a qué orden ingresaría, decidió quedarse unas horas más en aquel tranquilo bosque cerca de Ulren Asir, para poner en orden sus pensamientos.
Pese a su baja estatura, se veía mayor que la mayoría de los iniciados. Y es que con 20 años era extraño ver a alguien comenzar aquel camino que, finalmente, los llevaría a todos a la guerra fuera del reino. Pese a que aún era joven entre los elfos y semielfos, incluso entre estos lo común era dar los primeros pasos en la isla entre los 14 y 16 años.
Pero no había sido por desidia que había aplazado tanto su entrenamiento. Siempre preocupada por su hermana, sólo se enlistó en el ejército esmeralda cuando vio a la joven elfa lista para iniciar su primer aprendizaje con uno de los maestros en Dohsim, y con el valor suficiente para mantenerse alejadas por todo el tiempo que le tomaría su entrenamiento.
Porque desde aquel día en que las murallas del reino cayeron ante las tropas alsirias, su hermana jamás se había separado de su lado. A los 11 años su madre recién pudo convencerla de dormir en un cuarto propio, sin embargo siguió metiéndose en su cama (para abrazarse temerosa a ella), cada noche de tormenta hasta los 14 años. Recién a los 15 aceptó salir con otros jóvenes sin su compañía, y sólo ahora, al cumplir los 17, fue capaz de reunir suficiente coraje para enfrentar la vida sin su hermana mayor, permitiéndole el ansiado viaje a Ilreah.
Una niña de no más de 14 años pasó cerca de ella. La blanca túnica de principiante no le permitía correr lo suficientemente rápido para alejarse del oso cachorro que la perseguía. Con algo de pereza Climene se levantó de su verde y cómodo lecho, tomó la delgada lanza que reposaba junto al árbol que le daba sombra y corrió hacia la aproblemada alturian.
- ¡Ayuda, por favor, sácamelo de encima! - gritó desesperada la pequeña al verla. Con un rápido movimiento, aprovechando el ataque del animal, dirigió su arma al vientre de la criatura, desgarrándolo. Retrocedió un par de pasos para ver caer al oso, mientras la maga se acercaba temerosa.
- Debes fijarte bien en las criaturas que atacas: éste era el líder de la manada, y su instinto lo convierte en el más peligroso de su grupo. Tienes suerte de que lo encontraras ya débil, de seguro fue atacado bastante antes de enfrentarte a él – le dijo la guerrera mientras comenzaba a arrancar la piel del animal, para juntarla con las que dejó bajo su árbol y llevarlas con la mercader de la aldea, y venderlas para tener un poco más de oro antes de llegar a la ciudad.
Le dio un par de consejos a la joven antes de marchar para deshacerse de su carga y llegar rápido con la mujer que la enviaría al continente. Sólo dos palabras cruzó con la joven – Alma, Mael (2)- para luego sentir aquel molesto vacío en el estómago (tan característico de aquella antigua magia de transportación) y llegar a Arn Ellys, el camino a la gran ciudad de Fisgael.
Más nerviosa de lo que estaba al llegar a Ilreah, comenzó a caminar rumbo a la ciudad. Después de todo, en 13 años sólo había abandonado su amada Dohsim para partir a la remota isla de Iniciación, y el sólo hecho de acercarse a la ciudad en donde los líderes del reino habitaban la llenaba de ansiedad, a tal punto que, al llegar a las escaleras custodiadas por los guardias, no pudo más que quedarse de pie, observando embobada los edificios que se veían sobre ella.
- Es mucho mejor por dentro, sabes – escuchó a alguien hablar a su espalda. Volteó rápidamente para encontrarse con una criatura enorme, de un raro color café y enormes colmillos saliendo de su boca.
- ¡Varda bendita! - exclamó mientras se alejaba rápidamente un par de pasos, lo que provocó una carcajada de alguien detrás del extraño ser.
- ¡Lo siento mucho! - le dijo un joven elfo que salía de detrás del orco – no fue mi intención asustarte, pero mi mascota tiende a acercarse demasiado a las chicas... es algo que aún no puedo evitar – le dijo mientras se acercaba con una sonrisa culpable en el rostro.
- Úman ná (3), Man ná esselya? (4) – respondió la pequeña semielfa.
- Poison Arrow, orgulloso cazador de la república de Syrtis, a tu servicio...
- Climene, nerviosa guerrera iniciada de la república de Syrtis
- ¡Jaja! No tienes de qué estar nerviosa, el futuro de un iniciado puede verse algo difícil, pero es cosa de rodearse de la gente correcta y ya tienes todo el apoyo necesario para seguir adelante. ¿Ya sabes que vas a hacer?
- Sí, deseo unirme a la Orden de Caballería. Deseo prepararme lo suficiente para poder defender a la gente que amo.
- Uno de los más nobles motivos para unirse a ejército, y bastante común entre los nuestros. Todos tenemos personas preciadas a quienes deseamos mantener fuera de peligro. Mi clan, por ejemplo: cada miembro es parte de nuestra familia, a quienes defendemos a muerte en los momentos de dificultad.
- ¿Clan? Había oído algo al respecto entre los guerreros que llegaban a Dohsim, pero nunca supe bien de que trataba... ¿qué son los clanes?
- Depende de la interpretación de las personas: para algunos son sólo un grupo con un nombre importante para hacerse notar en la guerra para otros son amigos y compañeros de batallas; para mí y los míos es Familia, unidos por lazos fuertes difíciles de romper.
- Vaya, suena genial. De seguro con esa unión deben hacerse notar en la Zona de Guerra.
- Un poco. Aunque en realidad no nos preocupamos mucho de hacernos fama. Lo único que nos importa es que todos los cachorros se mantengan unidos y a salvo.
- ¿Cachorros?
- ¡Ja, es verdad! Aún no te he dicho. Mi clan es conocido como Las Perras de Syrtis. Originalmente sólo permitían mujeres, pero hoy en día muchos hombres somos parte de él. Cachorros es un término cariñoso con el que nuestra líder nos llama. Oye, ¿no quieres unirte al clan?
- ¿Yo?, pero si ni siquiera me he unido a una Orden aún.
- Eso se soluciona fácil, ahora que ya llegamos – le dijo señalándole un guerrero de pie a unos pasos de ellos. Mientras hablaban el arquero se las había arreglado para caminar y llevarla dentro de la ciudad, cerca del entrenador de Caballeros.
Luego de una breve charla con Backis, de llenar unos formularios y realizar unas pequeñas pruebas para el entrenador, Climene fue aceptada en la Orden de Caballería del reino. Para celebrar su nuevo amigo le regaló una nueva lanza, de mejor calidad que la que llevaba, y la llevó con Onati para adquirir sus primeras piezas de armadura.
Luego de unas horas ayudándola a completar los primeros ejercicios de aprendizaje ordenados por el entrenador, se encaminaron hacia el Cruce de Nae, en donde se encontraron con una alturian rubia acompañada de un enorme cíclope.
- ¡Poison, wapo! ¿Donde te habías perdido? Hace varios días que no te veía.
- Pagando unos viejos favores, nada importante en realidad. Pero te pedí que vinieras no por mí sino por ella – le dice a la arquera señalando a la semielfa junto a él – Te presento a Climene, acaba de ingresar a la Orden de Caballeros, y pensé que sería bueno para ella ser parte del clan, para que reciba un buen apoyo en su entrenamiento.
- Alassia an omentielme (5) – saludó la guerrera, realizando la característica señal de saludo de los elfos.
- Vaya, conoce el idioma antiguo. Aún entre los elfos está ya algo olvidado. Me agradas niña, serás una excelente cachorra, de seguro nos vendrá bien alguien que nos ayude con nuestro oxidado élfico.
Se encaminaron hacia Raeraia, en donde se reunieron con otros miembros del clan para realizar la sencilla ceremonia de reclutamiento. Al terminar, la Dama Blanca le entrega un anillo tallado con runas.
- Este anillo es símbolo de nuestro clan. Nuestros magos han trabajado en ellos y su magia permite que nos contactemos sin importar dónde te encuentre. Cuando necesites ayuda sólo piensa en nosotros y alguien llegará a apoyarte – le dijo, para luego tomar su arco y partir hacia el muro junto al resto del clan.
- Ahora, manna lelyalyë? (6) - preguntó el cazador al quedar solos en el centro de la ciudad.
- Lelyan Fisgaelenna (7), aún debo seguir mi entrenamiento con Backis. - Poison tomó la mano de la joven guerrera e hizo el tradicional gesto de despedida.
- Nos vemos más adelante, Climene, yo sigo a los otros hacia las zonas de batalla. Si necesitas algo no dudes en llamarnos.
- Vanta máravë, Poison Arrow, estaré esperando el día en que pueda acompañarlos para ayudar a nuestra gente – se despidió ella, mientras veía a su amigo alejarse rumbo al peligroso mundo fuera de los Altos Muros de Syrtis.
Curso básico de élfico con su amiga Climene
(1) Quenya (Tolkien):
El Padre hizo el Mundo para Elfos y Mortales
y lo dejó en manos de los Señores. Están en el Oeste.
Para los Elfos hicieron la Luna, para los Hombres el rojo Sol;
que son hermosos. A todos les dieron en medida los dones
de Ilúvatar. El Mundo es hermoso, el cielo, los mares,
la tierra, y todo lo que en ellos hay. Bella es Syrtis.
Extracto del Poema de Fíriel. El original termina con Bella es Númenor, pero lo cambie por razones obvias.
(2) Síndarin (Tolkien): Salud, Mael.
(3) No es nada (lit., es nada)
(4) ¿Cómo te llamas?
(5) Feliz de nuestro encuentro (lit., feliz porque nos hemos encontrado)
(6) ¿A dónde vas?
(7) Voy a Fisgael
(8) Anda (con) bien
viernes, 12 de junio de 2009
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